
Pero este paso que tanto le ha costado dar a Abbas es decisivo, por más que vaya a encontrar dificultades en su tramitación en La Haya. Es fundamental porque con la adhesión a la Corte Penal Internacional se abre una vía a la tercera de las demandas del movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), al que Israel considera hoy por hoy la principal amenaza a su política de hechos consumados en Palestina. El BDS es una llamada que la sociedad civil palestina lanzó en 2005 a la sociedad civil internacional para que presione a Israel y le obligue a acatar la legislación internacional relativa al fin de la ocupación, el derecho al retorno de los refugiados y la igualdad jurídica de los palestinos de Israel. Su despegue fue la guerra de Gaza de 2008- 2009, pues desde entonces la opinión pública occidental mira a Israel con una suspicacia en aumento y los apoyos al BDS no dejan de crecer. Si el boicot apela sobre todo a los ciudadanos y la desinversión al mundo empresarial y financiero, las sanciones dependen de los organismos jurídicos y políticos internacionales. Es evidente que de la ONU poco les cabe esperar a los palestinos. Por el contrario, la Corte Penal abre el camino a la demanda de responsabilidades penales individuales que reconoce el derecho internacional. Israel, que no ha ratificado el Estatuto de Roma, sabe lo que puede suponer en términos de legitimidad internacional que sus militares y gobernantes sean enjuiciados por genocidio, crímenes de lesa humanidad o crímenes de guerra, que son los delitos de los que se ocupa la Corte Penal Internacional. Y eso en el supuesto de que los hipotéticos procesamientos no concluyeran en condenas, de lo cual ya no puede estar seguro.
Luz Gómez es profesora de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid.
Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2015/01/01/actualidad/1420152686_427943.html