Tomàs Delclós , 13/11/2013.- Dos lectores han remitido sendas quejas por el artículo centrado en las opiniones de Avi Dichter, exministro y exdirector de la Agencia de Inteligencia Israelí, sobre las actuales negociaciones para limitar el poder nuclear de Irán. El texto se publicó dentro de un despliegue de tres páginas sobre la cuestión y las distintas posiciones de los gobiernos implicados. Carlos Pérez Cruz afirma que Dichter fue acusado “de crímenes de guerra por diversas instituciones y particulares con motivo del asesinato de 15 palestinos de Gaza en julio de 2002, víctimas "colaterales" de un "asesinato extrajudicial" que además dejó heridas a casi 200 personas”. Dichter canceló un viaje a Londres en 2007, donde debía impartir una conferencia, por temor a ser detenido en función de una denuncia por crímenes de guerra.
El diario The Guardian explicó entonces que el motivo de la denuncia era la supuesta responsabilidad de Dichter en un ataque a la casa en Gaza de Salah Shehadeh, dirigente del brazo armado de Hamás, que supuso su muerte, la de su guardaespaldas y de 13 civiles, incluidos niños. Otras fuentes cifran en 150 los heridos por el ataque, que, en su día, fue criticado por el secretario general de Naciones Unidas Kofi Annan. “¿Por qué se le hurta al lector un dato tan relevante como la acusación por crímenes de guerra?”, pregunta el lector. La Audiencia Nacional en 2009 archivó denuncias presentadas en España por este motivo alegando que el caso ya estaba siendo investigado en Israel. El 26 de octubre de 2006, según Efe, Dichter canceló un viaje a España para participar en un acto por temor a ser arrestado a su llegada. La misma agencia explicaba días atrás, que, con motivo de esta visita de 2013, familiares de víctimas de aquel ataque solicitaron a la Audiencia Nacional que reabriera el caso. Otras denuncias en otros países tampoco han prosperado.
Otra carta cita expresamente el Libro de Estilo de este diario en el que se dice que una entrevista debe acompañarse de una “una presentación del entrevistado en la que se refleje su personalidad, así como cuantos datos reveladores sean precisos para situarle”. “Evidentemente se ha obviado en este caso”, concluye.
Trasladé las reflexiones de los lectores al autor de la pieza, Andrea Rizzi. Ésta es su respuesta:
"Comprendo que dos lectores piensen que debería haber mencionado en la entrevista las acusaciones contra Avi Dichter. El periodismo no es una ciencia exacta y puede que tengan razón ellos. Quiero sin embargo señalar aquí algunos argumentos para aclarar el asunto y para que los lectores interesados puedas extraer mejor sus propias conclusiones.
El ataque en cuestión, que provocó numerosas víctimas civiles, causa legítima indignación. Pero Dichter no ha sido condenado por ningún tribunal como responsable del mismo. Las “acusaciones” a las que se refieren los lectores son denuncias de parte –particulares u organizaciones de defensa de los derechos humanos- dirigidas, por el mismo caso, contra más de media docena de dirigentes israelíes. Dichter, en concreto, era jefe del servicio de inteligencia interior cuando se produjo el ataque en cuestión. La acción fue llevada a cabo por las Fuerzas Armadas de Israel.
Estas circunstancias no excluyen que la actuación de Dichter en el ataque de 2002 pudiera ser un crimen de guerra. Sin duda hay legítimos motivos para preguntarse si Israel –al igual que otros países, empezando por EE UU- persigue con la necesaria firmeza y objetividad eventuales violaciones de la legislación de guerra por parte de sus mandos o efectivos. Hay motivos para preguntarse si hay una zona de impunidad y si la política de los conocidos como “asesinatos selectivos” es legal.
Pero este es un asunto de una extraordinaria complejidad, que creo no se puede tratar equilibradamente con sucintas menciones en passant, y la breve entrevista en cuestión tenía simplemente como objetivo complementar un paquete informativo sobre el programa nuclear iraní. El texto pretendía recoger el punto de vista de un experto israelí en seguridad sobre las negociaciones actuales con Teherán, y no trazar un perfil del entrevistado o fiscalizar sus actuaciones cuando tuvo responsabilidades públicas.
Entiendo que, aun así, algunos lectores echen de menos que el texto no tratara el ataque de 2002; pero la información perseguía otro objetivo y no tengo claro que los dos asuntos tengan una vinculación tan estrecha como para que, para preguntar sobre uno (Irán), haya necesariamente que hacer referencia al otro (ataque de 2002).
¿Era periodísticamente imprescindible mencionar las acusaciones (y, naturalmente, los desmentidos: Dichter calificó en el pasado de “delirante” la acusación de crimen de guerra”) aunque la información tuviese otro enfoque?
Dejo la respuesta a los lectores, pero me permito señalar que The New York Times –que no es la Biblia, pero sin duda un diario de insuperable prestigio- tampoco mencionó el asunto en una información dedicada al nombramiento de Dichter como ministro, en 2012, pese a que la misma –al contrario de mi entrevista- sí tenía cierto anhelo de trazar un perfil del personaje.
Si hay lectores que sienten que les he “hurtado” información, aprovecho la ocasión para decirles que lo lamento y asegurarles que la omisión no responde ni a presiones exteriores ni a cálculos oscuros. Asumo plenamente la responsabilidad del texto y espero que querrán seguir leyendo mis artículos confiando en mi buena fe”.
La visita a España de Dichter obedece a una invitación para participar en un curso, uno de cuyos organizadores es el Ministerio de Defensa, sobre “La cultura de la defensa en España e Israel: Antiguos desafíos y nuevos retos en la sociedad del siglo XXI”. El diario no ha ignorado la visita del ex ministro, pero sí el debate que ha suscitado. Debería haberse hecho eco del mismo, aunque no forzosamente en la pieza sobre Irán.