PACBI, 3 de Octubre de 2012.- A primeros de septiembre, con todo a punto para la actuación de Red Hot Chili Peppers en el apartheid de Israel, cobró fuerza la campaña mundial pidiéndole que cancelaran su show. Durante los últimos meses, nuestros socios sudafricanos, libaneses, indios, americanos, israelíes e italianos, entre otros, habían escrito cartas a RHCP, y se creó una petición que obtuvo más de 7500 firmas [1], la primera de su tipo.
En el Líbano, días antes de su actuación, la famosa banda Mashrou3 Leila anunció que iba a actuar (de telonera) con Red Hot Chili Peppers, y se abrió un gran debate en internet sobre la ética de tal espectáculo en vista de que RHCP iba a actuar en Israel unos días más tarde. Uno de los argumentos destacados más utilizados contra los que pedían a Mashrou3 Leila que cancelara, así como contra los que pedían a RHCP boicotear a Israel, era que la música debe estar separada de la política, de hecho, debe estar "por encima" de la política. Este argumento está basado en declaraciones frecuentemente repetidas que lo dan por sentado: La música no tiene nada que ver con la política; la música debe construir puentes de paz y no implicarse en los conflictos; la música debe llevar sonrisas y compasión humana a la audiencia; una actuación musical no es un acto político. Todos los artistas que han cruzado la línea del boicot cultural, ya sea en el contexto sudafricano o palestino, han recurrido a una lógica similar para justificar sus actos de complicidad. Veamos por qué en el contexto del colonialismo, la ocupación y el apartheid israelí, la idea de que la música y el arte están por encima de la política suena a falso.
Desde su creación, Israel ha hecho grandes esfuerzos para destruir o impedir el desarrollo de la cultura palestina y perseguir a los palestinos que eligieron la producción cultural como forma de resistencia. Durante décadas, los dirigentes israelíes sistemáticamente proclamaron que Palestina como nación no existía; las autoridades israelíes y las instituciones cómplices trataron de destruir o confiscar la cultura autóctona palestina; patrimonio, tradición, historia e identidad, si no explícitamente sí a través de planes intrincados y leyes arbitrarias. Por ejemplo, las azafatas de las líneas aéreas de Israel, El-Al, fueron uniformadas con el traje bordado palestino; la dorada Cúpula de la Roca tenía un lugar destacado en los folletos de viajes israelíes; el hummus y el falafel se servían como "cocina israelí” tradicional; una miríada de expresiones del argot árabe-palestino se incorporaron al léxico israelí y los colores de la bandera palestina fueron prohibidos en cualquier forma, modo o combinación, incluso en los cuadros. Cualquier afirmación de la identidad palestina era castigado. Los esfuerzos de la principal compañía palestina de danza, El-Funoun, por representar las raíces de la danza y el canto tradicional árabe-palestino estaban considerados como una forma peligrosa de subversión y consecuentemente eran castigados. Los ensayos clandestinos no eran excepcionales para los bailarines de El-Funoun en tiempos de represión militar.
Los artistas palestinos en Cisjordania y Gaza, ocupadas y asediadas, viven bajo la amenaza constante de ver sus exposiciones saqueadas, las galerías de arte destruidas o los conciertos cancelados. A ellos, como a todos los palestinos bajo ocupación, también se les niegan sus derechos más básicos, incluido el derecho a la libre circulación restringido por una compleja red de controles militares israelíes, colonias ilegales y el muro del apartheid. Sin duda, no se hace ninguna excepción con los artistas: ellos no están separados de la realidad política.
El Estado de Israel ciertamente no ve la música o la producción cultural como algo por encima de la política. Un ex subdirector general del Ministerio de Relaciones Exteriores israelí, Nissim Ben-Sheetrit, explicó acerca del lanzamiento de la campaña Marca Israel en 2005: "Estamos viendo la cultura como propaganda, herramienta de primer orden, y no hago distinciones entre propaganda y cultura " [2].
En el caso de Red Hot Chilli Peppers y Mashrou3 Leila, los defensores del BDS se habían dirigido expresamente a ambos grupos porque no querían ver su arte utilizado como herramienta de propaganda actuando para normalizar la imagen de Israel. Más aún, ellos estaban considerados como músicos que se habían identificado y cantaban sobre el cambio social y político, por lo tanto se suponía que iban a tomar una posición clara de oposición a las violaciones de Israel del derecho internacional. Mashrou3 Leila en particular, ha cantado sobre temas políticos y la revolución en el mundo árabe. Así, fue sorprendente cuando algunos sostenían que la música de Mashrou3 Leila debía estar por "encima de la política”, aunque su actuación con RHCP (que debía actuar en Tel Aviv un par de días más tarde), sería en sí misma una declaración política.
La realidad de la situación es que el Líbano sigue siendo un país donde cientos de miles de refugiados palestinos viven privados del derecho de regresar a sus casas. Además, Israel sigue ocupando territorio libanés. Actuar con una banda que piensa ir al lugar mismo al que los refugiados tienen negado el retorno, y para divertir a un Estado que sigue ocupando territorio libanés, sería hacer una declaración política muy perjudicial. Esto además enviaría la señal de que los que rompen el boicot pueden continuar beneficiándose de los mercados árabes, y que sus viajes a Israel serían considerado normales. Por este motivo reiteramos, una vez más, nuestra admiración a Mashrou3 Leila por su cancelación.
La posición de Mashrou3 Leila es esencialmente diferente de la de los músicos y artistas que de boquilla tienen una noción abstracta de la paz, pero no mencionan que los requisitos para construirla dependen de la realización de la justicia y los derechos. Estos músicos, aunque pretenden ser neutrales y estar por encima de la política, en realidad están comprometidos con una política específica y prestan su arte para mantener el statu quo opresivo, en lugar de desafiarlo. Para los oprimidos, no hay paz digna de su nombre si no está asociada a la justicia y los derechos humanos. El hecho de ignorar las violaciones de esos derechos y debilitar las luchas populares por conseguirlos, sugiere que la petición de paz del músico era simplemente la mejor cosa que podía decir dirigida a los fans de casi todas las convicciones, y motivado más por el propio interés que cualquier deseo de construir un futuro mejor y más digno para las personas.
Otros artistas se apartan de las cuestiones políticas y sociales por completo y presentan su música como el “arte por el arte”. Esto puede incluir, por ejemplo, a aquellos cuya música no tiene letras, o tiene letras abstractas o "neutrales” que normalmente no pueden ser interpretadas como portadoras de un pensamiento político o social. Aunque en los debates en torno a los conciertos de RHCP y Mashrou3 Leila no era esta la cuestión, queremos poner el ejemplo de estos músicos para explicar porqué, más allá de las letras y la elección de temas políticos, la música está profundamente relacionada con la política.
Cuando ellos optan por llevar su música más allá de los límites privados de sus casas y actuar en el ámbito público, tienen una responsabilidad con su público. Un componente fundamental de esta responsabilidad es asegurarse de que su arte no se utilice para edulcorar la opresión, que sus actuaciones no apoyen - y por tanto- no propicien ser utilizadas por los Estados, empresas u organizaciones responsables de violar el derecho internacional y los derechos humanos. Así, aunque el contenido de la música o el arte en sí mismo no sea político, puede decirse que los músicos y artistas por su participación en la sociedad y presentaciones públicas de su trabajo, sin duda son políticos. Por ejemplo, un músico que actuó en Sudáfrica durante el apartheid, en contra de la voluntad expresa de la mayoría oprimida, tomó una posición política aunque todo lo que él o ella cantara tratara del amor y las flores.
Dejando a un lado sus letras y la política, cuando RHCP ha actuado en Israel, lo ha hecho en el contexto de un conflicto colonial, y en una situación en la que un pueblo que lucha contra la ocupación, el colonialismo y el apartheid, le había pedido que cancelara su actuación para evitar ser cómplice en el encubrimiento de la opresión. El Estado de Israel ha utilizado su show, abierta y descaradamente, para encubrir sus crímenes y etiquetarse a sí mismo como normal y progresista, un Estado que promociona la música y la cultura. En este contexto, la actuación de RHCP ha sido un acto político de connivencia para encubrir las violaciones de los derechos humanos por Israel. Los que no respetaron el Boicot en Sudáfrica fueron considerados exactamente igual, cómplices en la perpetuación de la opresión. Hubiera sido comprensible, aunque no ético, que RHCP hubiera salido públicamente en apoyo de Israel, como hicieron Madonna y Elton John, pero es falso cuando ellos y otros músicos se esconden detrás de la afirmación ingenua y engañosa de que no quieren mezclar la música con la política.
Los que asisten a los conciertos solo por pasar una noche agradable y divertida y porque la música no es política, deben tener en cuenta el papel de la música y, sobre todo, de los músicos en la sociedad y lo que entraña la organización de una actuación musical pública. También deben tener en cuenta que los artistas en condiciones de opresión continua, su arte, cuando refleja profundamente y de forma creativa sus propias aspiraciones y las de su gente por la libertad, la justicia y la dignidad, es intrínsecamente percibido como "político". Miriam Makeba, la fallecida cantante sudafricana, icono de la lucha anti apartheid, dijo:
"Todo el mundo reconoce ahora que el apartheid fue malo, y todo lo que hice fue decirle a la gente que quería saber de dónde venía cómo vivíamos en Sudáfrica. Exactamente le dije al mundo la verdad. Y si mi verdad se convierte en política, no puedo hacer nada al respecto". [3]
Al llamar a un boicot cultural de Israel, que está inspirado en gran parte en el boicot cultural de Sudáfrica, los artistas palestinos le recuerdan a sus colegas de todo el mundo su profunda obligación moral de no hacer daño, al menos, para evitar la complicidad o la prestación de cobertura por la comisión de violaciones de los derechos humanos y asegurarse de que sus nombres y su arte no sean utilizados para justificar o prolongar el apartheid, la ocupación y el colonialismo. Cuando ignoramos el poder de la música y de los músicos para encubrir tales crímenes, divorciando la música del mundo en el cual ésta se realiza, estamos dando oxígeno para que estos crímenes duren un día más.
Notas:
[1] http://www.change.org/petitions/red-hot-chili-peppers-cancel-your-performance-in-israel
[2] http://www.haaretz.com/misc/article-print-page/about-face-1.170267
[3] http://www.inspirationalstories.com/quotes/t/miriam-makeba/page/2/
http://www.pacbi.org/etemplate.php?id=2010