domingo, 8 de abril de 2012

"No nos engañemos: el racismo europeo de extrema derecha no hace distingos", artículo de Anne Karpf

The Guardian, 27 de marzo de 2012.- El sábado [31 de marzo] en la ciudad danesa de Aarhus, un acto organizado por la Liga de Defensa Inglesa tratará de crear un movimiento antiislámico europeo. Para los partidos de la extrema derecha europea, el mitin, al celebrarse tan poco tiempo después de los asesinatos en el sudoeste de Francia por parte de un musulmán que se autoproclamaba seguidor de Al Quaeda, señala un momento preñado de un capital político potencial.

Pero también supone un momento delicado, sobre todo para Marine Le Pen. Desde bastante antes de los asesinatos, andaba Le Pen cortejando a los judíos de modo asiduo, aun en el momento en que su padre, el fundador del frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, era condenado el mes pasado por negar los crímenes contra la humanidad al afirmar que la ocupación nazi de Francia "no fue especialmente inhumana". Marine tiene que desvincularse de esos sentimientos sin repudiar personalmente a su padre ni enajenarse a quienes le apoyan. Para ello ha unido la islamofobía de la que suele hacer gala (hay partes de Francia, según afirma, que sufren una suerte de "ocupación" musulmana) a un "filosionismo" (amor por el sionismo) que le ha llevado incluso a codearse con el embajador de Israel en las Naciones Unidas.

Casi todos los partidos de la extrema derecha europea han salido con el mismo cóctel tóxico. El parlamentario holandés Geert Wilders, dirigente del Partido de la Libertad, antiinmigrantes, ha comparado el Corán con el Mein Kampf. En 2010 declaró en Tel Aviv que "el Islam no sólo amenaza Israel, el Islam amenaza a todo el mundo. Si cae Jerusalén hoy, Atenas y Roma, Amsterdam y París caerán mañana".

Mientras tanto, Filip Dewinter, dirigente del partido belga Vlaams Belang, que surgió del partido nacionalista flamenco Vlaams Blok, muchos de cuyos miembros colaboraron con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, ha propuesto una cuota en el número de jóvenes musulmanes nacidos en Bélgica que pueden acceder a las piscinas públicas. Dewinter denomina al judaísmo "pilar de la sociedad europea", pero se relaciona con antisemitas, mientras pretende que "La multiculturalidad (…) como el SIDA, debilita la resistencia del cuerpo europeo", y que "la islamofobia es un derecho".

Pero el filosionista europeo más rabiosamente islamófobo es Heinz-Christian Strache, jefe del Partido de la Libertad austriaco, que comparaba a los extranjeros con insectos dañinos y confraterniza con los neonazis. Y ¿dónde encontramos a Strache en diciembre de 2010? En Jerusalén, junto a Dewinter, apoyando el derecho de Israel a defenderse.

En Escandinavia, el Partido del Pueblo danés, contrario a la inmigración, constituye un vociferante apoyo de Israel. Y Siv Jensen, dirigente del Partido del Progreso noruego y acérrimo partidario de Israel, ha advertido de la furtiva islamización de Noruega.

En Gran Bretaña, el líder de la LDI, Tommy Robinson, lució una estrella de David durante su primer discurso público. En sus actos contra la inmigración, las pancartas de la LDI rezan: "No hay sitio en Inglaterra para los odia-judíos islámicos fascistas".

De manera que ¿se ha convertido el judío de pronto, ese legendario cosmopolita sin raíces, en la encarnación de la cultura europea, el "nosotros" al que puede contraponerse el musulmán como "ellos"? No es tan sencillo. Para empezar, el antisemitismo "tradicional" no se ha evaporado exactamente. Véase el caso de Hungría, cuyo partido ultranacionalista Jobbik sigue negando el Holocausto sin rebozo, o el de Lituania, donde parlamentarios revisionistas afirman que los judíos fueron tan responsables como los nazis de la Segunda Guerra Mundial.

Lo que es más, el "filosemita", que profesa amor a los judíos y les atribuye superior inteligencia y cultura, constituye a menudo (si bien no siempre) otra encarnación del antisemita, que proyecta cualidades negativas sobre los mismos: ambos consideran al "judío" una categoría racial unificada. Bajo una superficie admirativa, el filosionismo no hace realmente aprecio de la cultura judía sino que otorga un respaldo oportunista al nacionalismo y el poder israelíes.

Desde luego, puedes subscribir alegremente el antisemitismo y el filosionismo a la vez. El múltiple asesino noruego Anders Behring Breivik se describía como "pro-sionista" a la vez que sostenía que Europa tiene "un problema judío considerable"; se consideraba simultáneamente antinazi y pro-monoculturalista. Nick Griffin, del Partido Nacional Británico, denominó una vez "Holopatraña" al Holocausto, apoyó posteriormente a Israel en su guerra "contra los terroristas", pero al día siguiente de los asesinatos de Oslo enviaba mensajes despreciativos según los cuales Breivik era "sionista".

La mayoría de los judíos, aparte la derecha israelí, no se engañan. Observan cómo toda la iconografía del nazismo – gusanos y cuerpos extraños, enfermedades infecciosas y valores extraños – reaparece de nuevo, pero esta vez dirigida en contra de los musulmanes. Comprenden que el "enemigo de mi enemigo" puede transmutarse fácilmente en "con amigos así ...".

El filosionismo de los partidos nacionalistas europeos lo ha examinado con máximo detalle Adar Primor, jefe de internacional del diario israelí Haaretz, que insiste en que "no se han desprendido genuinamente de su ADN espiritual (…) y no buscan más que una absolución de parte judía que les permita acercarse al poder político".

De forma parecida, Dave Rich, portavoz del Community Security Trust (CST) [Fundación de Servicios a la Comunidad], que lleva a cabo un seguimiento de los incidentes antisemitas en Gran Bretaña, me comentaba que los filosemitas de extrema derecha "deben pensar que somos bastante idiotas si creen que vamos a tragarnos eso. En el momento en que perciban que desaparece su ganancia política, volverán a su ser habitual. Rechazamos por completo la idea de que odian a los musulmanes y por eso aman a los judíos. Lo que convierte a una comunidad en objetivo en un momento determinado puede fácilmente convertir en objetivo a otra si cambia el clima". Las palabras de Rich, pronunciadas antes del asesinato de los judíos de Toulouse, suenan ahora estremecedoramente proféticas. El presidente de la comunidad judía francesa, Richard Pasquier, juzga a Marine Le Pen más peligrosa que su padre.

Los dirigentes musulmanes franceses se movilizaron junto a las comunidades judías la semana pasada. La semana próxima veremos el inicio de la Pascua judía, la festividad que conmemora la liberación de los judíos de la esclavitud de Egipto, cuando los judíos meditan a menudo sobre ejemplos modernos de opresión. Esperemos que los dirigentes judíos franceses aprovechen la ocasión para unirse a las comunidades musulmanas y recordar que, en última instancia, el racismo es indiscriminado.

Anne Karpf, columnista de la sección de Familia del diario británico The Guardian, es autora del libro "The Human Voice" (2006).
Traducción: Lucas Antón (www.nodo50.org/csca)