miércoles, 25 de enero de 2012

Las complicidades con Israel a pura ignorancia y todo, tienen un límite

Se procura entender el porqué han surgido (en 2009 y 2011) manuales de retórica sionista, dedicados a enfrentar las críticas a la actividad del Estado de Israel: derribo de viviendas palestinas, ocupaciones de hecho de terrenos y hogares de natives, maltrato a población civil, asesinatos impunes…

Fuente: Luis E. Sabini Fernández, Kaos en la Red, 25/1/2012.- “Wolfgang von Weisl [era] el director financiero de los revisionistas [una de las ramas principales del sionismo, actuante durante toda la primera mitad del s. XX]. [Y]estaba entusiasmado por permitir que el mundo supiera que ‘él personal-mente era un simpatizante del fascismo y se regocijaba por la victoria de la Italia fascista en Abisinia como un triunfo de las razas blancas sobre las negras.” [1]

Llegará el momento en el que la progresía que hoy en día sigue haciendo la vista gorda o en todo caso pucheritos ante las aberraciones israelíes, ante la brutalización cada vez más inexcusable y el entronizamiento del desprecio, del racismo, del avasallamiento, de la burla a las necesidades y al derecho de cualquier pueblo, en este caso el palestino, llegará el mo-mento en que dirán: −Es una barbaridad; condenamos con severidad y austeridad moral el racismo, la política genocida que el engendro sionista ha forjado…

Imaginamos a muchos periodistas que profesan el progresismo, con muy alto perfil, a tantos intelectuales igualmente comprometidos con “la causa de los pueblos”, de las libertades públicas, de los derechos humanos, que día a día han declarado y declaran combatir las injusticias del mundo, reconociendo esa brutalización israelí creciente, pero, en el caso de ellos, haciéndolo como si siempre hubieran estado en contra.

Algunos catedráticos, especializados en el concepto de genocidio, todavía en 2012, no han llegado a concluir si lo que ocurre en Palestina es un palestinicidio. Pero ellos también lo van a terminar diciendo.

Porque el tiempo pasa. Y los hechos hablan, por más oscuridad mediática tendida entre ellos, interfiriendo. Los sionistas, aparte de sus virtudes; –procurar restablecer un cierto orgullo y dignidad de los judíos tan heridos en el universo cristiano, por ejemplo− fueron creando desde el primer momento, un colonialismo de asentamiento (settlements): el racismo estuvo siempre implícito en su “ser en el mundo”.

Pudieran haber visto que los settlements eran colonizaciones atroces que no sólo abusaban de los natives sino que prescindían de ellos, quitándolos de la faz de la tierra.[2] Pero el sionismo era y es un ombliguismo nacionalista que no les permitía ver más allá de sus propias y cada vez más santificadas narices. Como, por otra parte, hicieron sistemáticamente todos los colonialismos europeos, incapaces de ver dimensión humana en sus “colonizados”; los natives del mundo entero.

Por eso han diseñado la relación que existe entre palestinos y judíos israelíes. Los soldados se permiten maltratar sistemáticamente a todos los natives en la urdimbre de puestos de control y portones de acceso que el Estado de Israel ha sembrado sobre el territorio palestino, para dificultar y mortificar la vida cotidiana; estudiar, trabajar, juntarse, cumplir requisitos, recibir atención médica, aprovisionarse, descansar.

El mero diseño de los check-points, sus horarios y accesos, constituyen una obra de tortura socializada.

El sionismo está empeñado en una política de ir matando, extinguir a fuego lento a los natives.

Pero, como en el Retrato de Dorian Gray, estos abusos y mortificaciones, van metamorfoseando a quienes se complacen en ejercer ese poder.


Los soldados de Israel han aprendido a cagar, literalmente, en las viviendas holladas, allanadas, saqueadas. Hacerlo en los cajones de cocina, por ejemplo. No advierten que están enmierdando sus propias mentes.

Los sionistas que ejercen el tiro al blanco con natives que de pronto no cumplen con el orden arbitrario, asfixiante de los controles, que por ejemplo vuelven tarde porque se han quedado cosechando sus propios olivos, son asesinos que van emponzoñándose, no sólo arrasando a sus víctimas.

Los soldados que abusan inspeccionando un hogar y que obligan a una familia viviendo en una zona semidesértica a derramar el agua de lluvia que acumularon celosa, pulcra, laboriosamente, en tanto esos mismos soldados reciben en sus hogares y cuarteles cuotas irrestrictas de agua que les permite lavar generosamente sus autos, llenar sus piscinas, esos sionistas, esos israelíes montados en el privilegio, la discriminación, el abuso, la impunidad, están generando las condiciones de un hastío moral que va gangrenando todo el tejido social israelí.

No hace falta ser muy sutil para darse cuenta que esos “dobles estándar” permanentes generan antisemitismo…

Ese encanallamiento, ya sobrevendría en la mayor impunidad. Pero, en los tiempos cibernéticos e hiperconectados en que vivimos, ni siquiera pueden contar, a la larga, con la impunidad que da la ignorancia (todos los datos y ejemplos que estoy dando, los he ido recogiendo de documentos y testimonios públicos, muchos de origen israelí).

Es que la impunidad que tienen va resultando una piel de zapa.

En 1948, “todo el mundo” aceptó la versión de que Israel surgía como contestación, réplica, compensación, al nazismo y sus atrocidades. Nada más falso. No lo de las atrocidades del nazismo, sino lo de la presunta relación causal entre nazismo y sionismo.

El sionismo proviene de fines del siglo XIX.

El nazismo de la primera posguerra, de 1919.

Se los presentó como par de opuestos. Todo nuestro imaginario de mediados del siglo XX se alimentó de la idea de que nazismo y sionismo eran opuestos. El Tercer Reich e Israel. Otra tamaña falsedad. Que escamoteó todo el parentesco, fortísimo, entre dos visiones de “superhombres”, las dos racistas, las dos colonialistas. Las dos, despreciativas de todo humanismo.[3]

Por eso, dado el tratamiento habitual de la cuestión resulta una sorpresa −que uno debe incorporar interiorizándose en la cuestión− que un rabino formidablemente lúcido como Yeshayahu Leibovitz tipificara a tantos sionistas como “judeonazis”.
  • Israel descarga bombas sobre población civil, desarmada en ataques estilo blitzkrieg con miles de muertos… bombas que firman niños y niñas judíos, festivamente, como si se tratara de mensajes, digamos, navideños.
  • Israel decide que Irán no puede contar con potencial nuclear (ni militar ni siquiera industrial), pese a que Israel dispone de ellos en todos los sentidos. Su “política” será ir asesinando uno a uno a científicos nucleares iraníes.
    “Diez indiecitos” en versión hipermoderna, architecnificada e impune. Porque, ¿qué dicen “los demócratas” de los países centrales del planeta? Irán se las busca…
  • Israel prohíbe a palestinos a que mencionen la Nakba, la operación militar sionista mediante la cual se adueñaron del 78% de la tierra palestina en 1948 (la ONU ya le había entregado de antemano y sin consultar con la población allí establecida, en 1947, el 53%). Esa operación, militar, significó el desarraigo de centenares de miles de palestinos, fundamentalmente intimidados, y la intimidación provino de que se arrasaron cientos de aldeas y se mataron, se asesinaron, a miles de palestinos y palestinas, adultos y niños. En el siglo XXI, los mandos israelíes, sintiéndose más seguros, o queriéndose sentir más seguros, les exigen algo más a los palestinos sobrevivientes: que olviden.
  • Los sionistas se han convertido en artífices de abusos permanentes, en los alimentos, en el agua, en los residuos. Porque los colonos –settlers– arrojan sus desperdicios lejos de sí, y lo más cerca posible de las aldeas palestinas circundantes. Lo mismo hacen con las aguas servidas. Es una “política”: que toda la basura y la inmundicia vaya hacia los hogares palestinos. Porque son muy piadosos y respetan los ritos higiénicos de la Torah… para sí.
No advierten que están envenenándose, aunque no sean sus cuerpos. Para poder seguir actuando de un modo tan altanero, atroz, deben negar lo humano que hay en los palestinos y por lo tanto que hay en ellos. Hacerse cada vez más soberbios. Un penoso camino… al despeñadero, que conoció, precisamente, el nazismo.[4]

La Patagonia recibe una profusa visita de soldados israelíes. No sólo la chilena, hoy en día bajo investigación parlamentaria, para conocer los motivos, sino también la argentina. Vienen vestidos de paisano, son jovencitos conscriptos, pero destilan los aires de la sociedad que los ha configurado. Son altaneros, arrogantes, maltratan con facilidad, abruma su aire de superioridad, amparado generalmente en el número. Tienen los atributos que tantos les atribuyeron a los jóvenes nazis de la década dorada, del ’30.

Pero el fluir cada vez mayor de datos y conocimientos, “la sociedad de la información”, aun desinformativa y todo, daña estos proyectos de dominio absoluto. El poder absoluto, la impunidad cómoda, deben moverse invisible a los ojos. Como lo esencial, según Antoine de Saint-Exupery. Pero la impunidad no es ni esencial ni saludable. La impunidad es una mera excrecencia del poder absoluto.

No es esencial.

Tampoco es eterna.

Únicamente la más supina ignorancia, les permite creérselas. Miko Peled[5] –sabra– cuenta que en un encuentro mencionó la limpieza étnica que se procesa en Palestina y algún adoctrinado preguntó de qué limpieza étnica hablaba… todos los días robando tierra para instalar nuevos colonos, todos los días desalojando por la fuerza viviendas que pasan a ser ocupadas por “militantes” sionistas en tanto los natives quedan arrojados a veces con sus enseres, a veces sin ellos, a la calle; todos los días colonos hacen incursiones para dañar vehículos, hachar árboles, amenazar niños palestinos, todas las noches “aviones militares” surcan los cielos palestinos y producen estruendos que semejan bombas, con lo cual el insomnio adulto y la enuresis infantil son dolencias generalizadas entre palestinos… todos los días bloqueando calles, alimentos, mercancías, todas las semanas, algún guardia o colono armado mata un palestino, adulto o niño, mujer u hombre, porque hacerlo prácticamente en casi ninguna circunstancia es delito (para la judicialidad israelí, amparada por rabinos que sostienen que una uña de judío vale más que mil no ya uñas sino vidas goim, o que se puede asesinar legítimamente a bebitos si uno ya sabe que luego van a ser terroristas, es decir palestinos que reclamen su propia tierra… y alguien le pregunta a Peled de qué limpieza étnica habla…

Se mata a pobladores, desarmados las más de las veces, se mata a nativos que han vivido milenariamente allí, que se han consustanciado con esa tierra (escasa, avara) y hay quienes preguntan de qué limpieza étnica hablan.

Pero más allá de esa contumaz ignorancia, el sistema de poder montado por el sionismo y el Occidente depredador con sus dos grandes períodos; hasta la Segunda Guerra Mundial a cargo de los británicos y desde entonces y cada vez más a cargo de EE.UU., ha ido advirtiendo que sus “verdades”; “Una tierra sin hombres para hombres sin tierra”, que venían a “Convertir un desierto en un vergel”, que constituían “La democracia en ese reino de abuso medieval y atraso”, se han ido revelando falacias o falsedades, y la política real contra los humanos que vivían y viven en ese territorio y resisten la usurpación se ha ido brutalizando pero a la vez quedando cada vez más al desnudo. Ya no existen casi aquellos izquierdistas que como J.-P. Sartre defendían lo europeo en Israel sin haber entrevisto la atrocidad colonial; “A pesar de la igualdad de derechos existentes en Israel con respecto a los árabes, existe un desnivel en el campo económico.” [6] Es decir, que con un mero ajuste de ingresos vivía Israel la más redonda democracia imaginable…

Amparados y beneficiados hasta hace relativamente poco de cierta indiferencia generalizada y hasta del desconocimiento del despojo al pueblo palestino, encaballados en el par de opuestos nazismo-sionismo que tanto los protegiera, el Estado de Israel y el sionismo gozaron de una impunidad asombrosa, de décadas. La alianza cada vez más estrecha, ahora simbiótica, con EE.UU. les cubrió mejor las espaldas y los amparó incluso materialmente (el estado que recibe el aporte mayor y más sostenido de las rentas mundiales que “administra” EE.UU. es Israel).

Pero el aire de época ha ido cambiando.

En 2005, una enorme red de organizaciones palestinas, del territorio y exiliados comienzan una política de boicot a Israel, inspirada en la que se hiciera contra Sudáfrica hace unos treinta años. Los apoyos en algunos países como Noruega, Inglaterra, Francia, España, han sido considerables. Y no han parado de crecer (en los países del sur americano apenas se ha insinuado).

Las expediciones de apoyo a la Franja de Gaza sitiada desde 2006 se han multiplicado, por tierra y por agua, con resultados diversos, pero acciones como la matanza de solidarios desarmados en uno de los barcos[7] han mostrado una vez más la naturaleza del régimen sionista respecto de los natives.

Hace ciento cincuenta años, los sionistas se habrían confundido con la multitud de ejércitos y expediciones europeas arrasando pueblos y adueñándose de territorios “de ultramar”; hace cincuenta años, al menos habrían seguido recibiendo el apoyo de la Sudáfrica del apartheid, pero en el siglo XXI su anacronismo se hace cada vez más manifiesto y chocante.

Y los sionistas y la dirigencia israelí también lo han advertido. A mi modo de ver, lo que expresa más prístinamente esa sensación de acoso, de debilitamiento en el campo de las ideas que han empezado a sufrir, es la aparición de algunas “armas” ideológicas a mi modo de ver muy significativas. Y lo que las hace más significativas todavía es su reiteración; 2009, 2011.

El genocidio interrupto de 2008-2009 los puso sobreaviso. Porque cada vez más gente empezó a entrever no ya el gracejo inocente de los soldaditos de la “defensa” israelí sino la sordidez de su forma de tirar a matar permanentemente y a población civil, desarmada. Hasta un juez, judío, sionista, de confianza de la ONU, macroorganismo protector en los hechos de todas las aberraciones israelíes, el sudafricano Richard Goldstone, denunció los “crímenes de guerra” de la incursión criminal sionista a la Franja de Gaza (junto con los de Hamas con su cohetería “ciega”).[8]

1. Entonces, en ese mismo año, 2009, aparece The Israel Project. For security, freedom and peace. Global Language Dictionary (el archivo no da origen, aunque el idioma original parece ser inglés).

[los pasajes de los dos manuales que cito a continuación están traducidos por mí]

Global Language Dictionary es un sofisticado manual de argumentos para contrarrestar “la propaganda” adversa, enemiga. Con un listado de “words that work”, palabras que funcionan, imágenes que son entradoras, y recursos por el estilo.

“Use siempre la humildad. Sea medido en su tono. La altanería no cosecha apoyos. Nos encontramos en un tiempo histórico en que los judíos en general y los israelíes en particular no son ya percibidos como ‘el pueblo perseguido’. En los hechos, en medios europeos y de EE.UU. en audiencias de no judíos –educadas, cultivadas, obstinadas, engreídas– los israelíes son a menudo vistos como ocupantes y agresores.”

“Hable del futuro. Nunca del pasado.” Otro sugerente consejo.

“Nunca hable de darle algo a los palestinos. Suena paternalista. En cambio, habla de construir. […] Hablar de dar le recuerda al que escucha que usted es el más fuerte.” Se agradece la sinceridad, por lo menos consigo mismo. Tantas veces invocando ser “la parte débil”…

“No compare a Irán con la Alemania nazi. Es importante. Aun cuando la situación es muy similar, la gente no lo compra. [buy]. Peor aún, sienten que es una exageración y es usted el que pierde credibilidad.” Sobre este planteo táctico, volveré.

“Israel no debe dar más tierra por paz. Porque cada vez que lo ha hecho no ha recibido sino guerra.” Claro que no ponen ningún ejemplo, porque no lo hay…

“Nunca, entiéndase bien, nunca hay justificación para la matanza de mujeres y niños inocentes. NUNCA.”[sic]. Éste es un consejo que brindan con mucha vehemencia, tal vez a un auditorio con cierto dérive asesino…

2. Y más recientemente, “How to” Guides. Consta de varios capítulos titulados un par:

Influencing People, Communications Skills (Guías de acción: Para influir en la gente; Habilidades comunicacionales).

Origen en el Reino Unido, 2011. Toolkit (http://www.zcc.org.uk/)

Y algunas de sus afirmaciones:

“Aunque la comunidad judía tiene más de dos mil organizaciones de alcance nacional en el Reino Unido, le faltan redes de trabajo en las bases bregando a favor de Israel.” Esta comprobación revela el grado de burocratización de las redes judías tradicio-nales pero a la vez, cómo el sionismo activo, ha tomado conciencia de su propia debilidad.

Otra expresión de la conciencia que caracteriza este material más reciente es la atinada diferenciación entre antisemitismo y antiisraelismo:

“Cuando aparecen materiales o expresiones antisemitas, usted deberá condenarlas públicamente. Pero tenga en cuenta que no todo material antiisraelí es antisemita. En caso de duda contacte con organizaciones judías para que lo guíen respecto de cuando la crítica a Israel se convierte en antisemitismo.” Aunque el giro final del párrafo es más que preocupante, está claro que este manual de “lucha retórica” distingue entre antisionismo o antiisraelismo y antisemitismo, algo que por ejemplo las autoridades y equipos “técnicos” del INADI,[9] en Argentina, han dejado escurrir por los sumideros intelectuales que suponemos tiene la institución. Y que la prensa pro-occidental ni siquiera atiende: así comenta una foto la versión castellana de The New York Times de Clarín (21/1/2012): “En el mundo árabe, el antisemitismo ha sido poco debatido. Hombres patean la bandera israelí, en Túnez”.

El supuesto común a los “trabajos” de 2009 y 2011 es el de un proyecto de persuasión sobre la opinión pública que ya no sigue “espontáneamente” la occidentalización de la mirada sobre el mundo entero y que, por ello mismo, ya no acompaña “naturalmente” al Estado de Israel.

Como muestra de los tiempos que corren, me parece muy ilustrativo el testimonio de Viviane Forrester,[10] francesa, que ha tomado conciencia del rasgo racista básico de Occidente, que repudia radicalmente. Si bien su eurocentrismo la lleva a igualar responsabilidades y pesares de sionistas y palestinos, examina y critica a fondo el racismo occidental, tanto de los colonialismos europeos tradicionales (España, Reino Unido, Holanda, etcétera) como sus manifestaciones tardías; el nazismo y el sionismo.

Una última observación: vimos un pasaje en el cual tácticamente los diseñadores de la estrategia de los manuales de defensa de Israel proponen evitar comparaciones que desmerezcan al que formule la comparación: “No compare a Irán con la Alemania nazi. [... a la gente le suena irreal]. Peor aún, sienten que es una exageración y es usted el que pierde credibilidad.” Una atinada observación porque todos sabemos que Irán no es el Tercer o Cuarto Reich.

Y en esta nota, que esperamos el lector ha sobrellevado hasta ahora, hemos reiterado la comparación entre sionismo y nazismo, algo que suele chocar, herir y malquistar. Pero la intención ha sido sencillamente la veracidad. No tenemos más remedio que incursionar en tan penosas como escamoteadas relaciones. “El 18 de febrero de 1935 la Gestapo de Baviera envió una circular a la policía regular que remarcaba: ‘[De ahora en adelante] los miembros de las organizaciones sionistas no deben, en consideración a sus actividades dirigidas a la emigración a Palestina, ser tratados con el mismo rigor que ha de aplicarse a los miembros de organizaciones judeo-alemanas [asimilacionistas].”[11] Advierta el paciente lector que ya estamos en 1935, con las leyes racistas de Nurenberg aprobadas.

No es casual; es una opción política, donde la organización es más importante que los seres humanos. Explica Ben Gurion en una reunión de importantes, en 1938: “Si yo supiera que es posible salvar a todos los niños [judíos] de Alemania llevándolos a Inglaterra y sólo a la mitad de ellos trasladándolos a Eretz Ysrael, optaría por la segunda alternativa. Porque debemos sopesar no sólo la vida de esos niños sino también la historia del Pueblo de Israel” [12] Si esto asume la figura señera del sionismo para con judíos, ¡imagine el lector lo que le destina a no judíos!

Esperemos que ejemplos, citas tan penosas despierten en el lector la necesidad de conocer más sobre tan significativa cuestión, y sobre todo para inteligir un poco más de dónde proviene y hasta dónde ha llegado el racismo constituyente de nuestra modernidad.

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[*] Editor (revista futuros), periodista, integra el equipo docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos, Facultad de Filosoflìa y Letras, Universidad de Buenos Aires.

[1] Cit. p. Lenni Brenner, Sionismo y fascismo. El sionismo en la época de los dictadores, Buenos Aires, 2011. Hay una edición española, Bósforo Libros, Madrid, 2010.

[2] A veces indirecta o mediatamente. Durante la Conquista del Oeste, los estadounidenses desplazaron a menudo incruentamente a los nativoamericanos que resignaban impotentes sus territorios, apabullados por la fuerza material de los europeos desalojadores. Pero cuando llegaron a las Rocallosas y al Pacífico, se terminó lo incruento, y el colonialismo mostró su verdadero rostro: depurador, asesino, con los mineros dedicados a la caza dominguera de “indios”. Todo ello teñido de superioridad moral. Porque se establecía así una “civilización superior”. Y eso apaciguaba todo escrúpulo moral (salvo en las excepciones que son precisamente lo que legitima la resistencia y el cuestionamiento al orden dominante, por más “de época” que parezca).

[3] Y los dos, sionismo y nazismo, con muchos más puntos de contacto y afinidades de lo que se presume generalmente, puesto que los medios de incomunicación de masas nos suelen presentar “la historia” tamizada por la fábrica ideológica de Hollywood. Vale la pena incursionar, por ejemplo, en las indagaciones de Lenni Brenner, judío estadounidense, de quien extrajimos el epígrafe inicial, cuyos trabajos están ahora afortunadamente en castellano gracias a la Editorial Canaán (51 documentos. Colaboración de los dirigentes sionistas con los nazis, Buenos Aires, 2011 y Sionismo y fascismo… ob. cit.)

[4] Hay que distinguir de inmediato las formas de la altanería y el supremacismo; en el caso nazi, fueron unos mentecatos, incapaces de percibir su propia debilidad; en el caso de los sionistas, su complejidad psicológica es mayor; tienen conciencia o un trasfondo de entendimiento de la debilidad de todo lo humano, que los hace mucho menos vulnerables. Y tácticamente, han revelado mucha mayor capacidad de alianzas, tal vez por la conciencia de la debilidad, cubriendo sus espaldas con el mayor poder militar que hay en el planeta; algo que aspiraban ser los nazis, pero enfrentados a los principales poderes militares del planeta.

[5] Un judío “autoodiante” según las definiciones ad usum entre incondicionales de Israel. Su mal es de familia: su padre, por ejemplo, fue general del Ejército “de Defensa” de Israel, del cual terminó renunciado cuando percibió que sus operaciones estaban destinadas a ganar más y más territorios a costa de los acosados palestinos.

[6] De la visita de J.-P. Sartre y Simone de Beauvoir a Israel, marzo 1967. Visita a Israel, Ediciones Mordejai Anilevich, Montevideo, 1967.

[7] En 2009. Véase mi “Ante el abordaje violento de los barcos a Gaza: palabras insultantes vs. hechos incontrastables”, Cuaderno de la Fundación Vivian Trías, Montevideo, 2010. Está difundido-e.

[8] El mismo juez, tiempo después retiró en parte sus acusaciones que consistían en que tanto Hamas como el ejército israelí habían disparado, bombardeado, usado armas de alta letalidad ante población civil desarmada. Lo cual tipificó como delitos de lesa humanidad. Goldstone recibió más tarde los informes que el propio “Ejército de Defensa de Israel” (hasta su propio nombre es una mentira) hizo investigando 400 casos de presuntas violaciones. Que el ejército no pudo comprobar de sus propias tropas. El autojuicio, y sobre todo en organizaciones armadas, es, ya casi naturalmente, un escarnio. Y usarlo como elemento de peso judicial roza la tontería o la complicidad.

[9] Instituto Nacional contra la Discriminación.

[10] El crimen occidental, FCE, México, 2004. Autora, asimismo del formidable El horror econòmico.

[11] Lenni Brenner, Sionismo y fascismo, ob.cit., p. 149. Esta “excepcionalidad” a favor del sionismo es la otra cara de la moneda sionista de no enfrentar ni atender al nazifascismo (antisemita) sino a su propio proyecto colonial: “[En 1937] el diario sionista Ha’aretz denunció a los estadounidenses judíos de la Brigada Lincoln por combatir en España [contra el golpe de estado del ejército, Franco] en lugar de ir a trabajar a Palestina.” (ibídem, p. 283).

[12] Lenni Brenner, Sionismo… ob. cit., p. 244.



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