Pedro Costa Morata, 23/08/2013.- Descriptible como sudor frío mezclado con negra indignación, ha sido la sensación que me ha producido la noticia de que la Universidad Católica de Murcia (UCAM) investirá en breve como doctor honoris causa al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. El sudor frío me lo produjo la posibilidad de que se pasee por España en septiembre el hombre que manda en el Estado que más dolor y humillación produce, desde hace 60 años, al pueblo palestino (al que ataca, invade, ocupa, explota, expolia y desespera) y a sus Estados vecinos Siria y Líbano (a los que ataca, humilla y atemoriza con su poderío militar y nuclear) burlando sistemáticamente las condenas internacionales, muy en especial las de Naciones Unidas, y exhibiendo como causa y justificación de sus crímenes más allá de la verborrea mesiánico-irredentista, ampliada a la sistemática consideración de «terrorista» a cuanto y cuantos incomodan su política e itinerario de abusos y exacciones una agresividad terrorífica y el amparo tan incondicional como execrable de las potencias occidentales, Estados Unidos y Unión Europea.
Y la negra indignación me la producen, ante todo, que sea una universidad católica la que, alegando intereses académicos (el papel intermediario de Netanyahu en futuras colaboraciones con universidades israelíes), deje de lado cualquier exigencia evangélica que le debiera ser constitucional, la dignidad universitaria general, que niega el acceso a la academia a personajes acusados por millones de personas de crímenes sin cuento, de creadores y valedores de apartheid y de un trato y una política hacia un pueblo, el palestino, que siendo profundamente racista se acerca mucho más al genocidio de hecho que a la 'mera' ocupación, secuestro y cerco que por decenios viene aplicándole. Es, sí, el rótulo y la pretensión de 'católicos' en la UCAM, lo que me resulta grotesco e insoportable: porque no creo que tal iniciativa pueda pretenderse católica, cristiana o simplemente ética.
Me viene perturbando, desde su aparición por nuestra tierra, ese José Luis Mendoza, factotum de la UCAM, por su notable capacidad para la megalomanía y la provocación, que a sus éxitos ante el Vaticano (al que él mismo reconoce regalar con sustanciosos cheques) añade el que ha sabido acomplejar, y en gran medida paralizar, a la sociedad murciana progresista, concretamente a la comunidad de la universidad pública que, si bien se encuentra maltratada por un poder político decidido a promover la universidad privada, no ha desplegado su capacidad real para recordar a todos que la ética universitaria no es compatible con las universidades-negocio, con la atribución de honores con criterio político-comercial ni con las morales escandalosas.
En esta operación, tan antievangélica, Mendoza pretende el respaldo de la Iglesia española, y por eso se hace retratar, junto a Netanyahu, con el cardenal Cañizares y por otros representantes de la Conferencia Episcopal, como Silverio Nieto que, siendo también profesor de la UCAM, ostenta a la sazón nada menos que la cátedra de Relaciones Iglesia-Estado y Derechos Humanos (¡competencia bien escogida para la ocasión, vive Dios!). Esperemos que el nuevo papa, que acaba de criticar en Río la «incoherencia de la Iglesia», se alarme de la iniciativa de la UCAM, que es sólo coherente con una política oportunista y amoral, ajena completamente a lo universitario y que se alinea con los poderes más violentos y discrecionales del planeta.
Muy oportuna, y completando el ejercicio ultra, mendaz y antiárabe programado por esta UCAM, se anuncia la presencia de José María Aznar, que dirige ¡oh maravilla! la cátedra de Ética, Política y Humanidades de esa universidad católica, al que se le reserva el papel de padrino en esa ceremonia en la que se le quiere conferir una dignidad espuria al responsable de tanto sufrimiento. Teniendo en cuenta el papel de Aznar en la historia reciente, cuando ha llevado a España a una guerra ilegal, injusta e inmoral, con el resultado de miles de víctimas inocentes, ni el enunciado de su cátedra puede ser más hipócrita ni las cualidades que se le suponen más insultantes.
Mientras tanto, espero y deseo que el rechazo a esta visita y a esta distinción se extienda por Murcia y por España; que la Iglesia Católica retire su apoyo a esta ignominia; que profesores, intelectuales, políticos y ciudadanía en general se alcen contra la deshonra que se cierne sobre nuestras cabezas. Aunque lo que a mí me haría más feliz, como a tantos y tantos seres humanos que son sus víctimas, es que una orden internacional de arresto llegase a Murcia, oportuna y firme, para llevar a juicio a Netanyahu -a quien los gazíes, entre muchos otros, tienen por verdugo impune, con argumentos ciertamente de peso-, condenarle y encerrarle en prisión para el resto de sus días.
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