Leandro Albani (Rebelión).- Rima Alí sabe que ir al colegio es algo peligroso. En el trayecto de su casa al aula, en la aldea cisjordana de Tuba, varios kilómetros al sur de Jerusalén, cualquier cosa puede suceder. Su principal preocupación son los colonos judíos que viven en esas tierras. De su encuentro con ellos, esta niña de 10 años guarda un recuerdo imborrable: una cicatriz bajo un ojo, que toda la vida le recordará cómo el antiguo David es ahora un Goliat que ataca a los más desvalidos.
La pequeña le confesó a un corresponsal de la agencia de noticias IPS que ir a la escuela de la localidad beduina de At Tuwani es una experiencia aterradora. “Nunca sabemos cuándo los colonos nos van a atacar y a golpear”, dijo.
Rima Alí, convencida de que ante esos ataques sus únicas aliadas son las piernas, para correr y huir de la persecución, contó que ella y sus compañeros de clase han aprendido a tomar precauciones: “Todos los días tenemos que cuidarnos de que los colonos judíos no estén en el valle. Y si los vemos, tenemos que salir corriendo”.
Por lo visto, en los territorios palestinos ocupados, el dicho popular "los únicos privilegiados son los niños" es algo frágil y lejano.
Desde que comenzó la invasión israelí de Palestina, en 1948, y especialmente a partir del recrudecimiento de conflictos en la década de los sesenta, uno de los blancos sistemáticos ha sido la población infantil. Cárceles, agresiones, hambre, y también torturas y asesinatos, son parte de los métodos utilizados por los gobiernos hebreos para doblegar a los palestinos. Sin importar su edad.
Porque en Palestina el terror es aplicado no sólo por las fuerzas de seguridad sionistas, sino que también es desplegado por los colonos judíos que, con la anuencia del Estado, siguen expandiendo sus asentamientos en territorios árabes.
A los colonos, financiados por el propio gobierno hebreo, no los desvela la cantidad interminable de resoluciones internacionales que prohíben o restringen su accionar. Para ellos, entrar a cualquier aldea palestina, amparados y custodiados por el Ejército, es una oportunidad única para saquear viviendas y apropiárselas.
Escuelas bajo fuego
Si los miedos de una niña de apenas 10 años pueden parecer exagerados, la historia de Maysun Sawalha, directora de una escuela femenina del pueblo de As Sawiya, cercano a Nablus, confirma que la pesadilla es real. En 2010, un día cualquiera, llegó al establecimiento y lo encontró en una nube de humo. La encargada de limpieza le contó que el almacén había sido incendiado.
Al ser consultada por la prensa, Sawalha confirmó que no era el primer ataque contra la escuela. La directora no dudó en responsabilizar a los colonos judíos que, como recuerdo de su propia barbarie, escribieron en las paredes consignas racistas.
Dos semanas antes del ataque a la escuela de As Sawiya, los colonos habían incendiado una mezquita en Cisjordania, donde quemaron copias del Corán y en uno de los muros pintaron la palabra “Venganza”.
Como medida de protección, la organización Cristianos de Acción por la Paz decidió que varios de sus miembros acompañarían a los niños y niñas en su trayecto hacia algunos colegios. En una de esas ocasiones, cinco colonos los interceptaron desde una colina y dos miembros de la agrupación fueron atacados. Ambos tuvieron que ser hospitalizados: brazos rotos, fractura de cráneo y hasta un pulmón perforado.
Como paradoja de crueldad superior, si algún palestino se animara a presentar en tribunales o ante la policía la denuncia de un ataque, tendría que hacerlo en los territorios regentados por las autoridades israelíes, a donde le está prohibido el acceso.
La fría muerte
Aunque las estadísticas son frías, no dicen nombres ni muestran rostros, pueden dar una idea concreta de la situación de los niños palestinos en los territorios ocupados.
En un reciente informe presentado por el relator especial de la ONU para la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos, Richard Falk, se indica que en la última década 1.335 niños murieron como resultado de la presencia militar israelí y de los colonos judíos. Uno cada dos o tres días días. La cifra, como todas, es anónima y no puede mostrar el terror que habita en la mirada de una niña como Rima Alí.
Pero no sólo de bala o de bomba se muere. Al denunciar la situación imperante en la Franja de Gaza, Falk manifestó que el bloqueo allí impuesto por Israel desde 2006 ha afectado profundamente “el derecho de los menores a la alimentación, la salud y la educación”.
“Además, el trauma psicológico derivado del ataque israelí a la Franja en diciembre de 2008 y enero de 2009 continúa afectando gravemente a los niños”, apuntó el funcionario de la ONU en referencia a la Operación Plomo Fundido, cuando las fuerzas armadas hebreas bombardearon la zona costera hasta dejar un saldo de 1.400 pobladores muertos.
La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA), reveló por su parte que en mayo de 2011 aumentó el número de menores sin casa, debido a las demoliciones de viviendas ordenadas por Tel Aviv.
En un informe presentado por el Ministerio Palestino de Prisioneros y Liberados (MPPL) se reveló que las autoridades israelíes han arrestado a 750.000 palestinos desde 1967 hasta la fecha, y que en la actualidad 6.000 siguen en prisiones israelíes. En el documento se especifica que en las cárceles hebreas hay 245 niños palestinos.
El encarcelamiento de niños y adolescentes árabes no es un método nuevo: durante la Intifida del Aqsa, en el año 2000, de los 70.000 palestinos arrestados, 7.000 eran menores.
Pero las cifras reales sobre el arresto de niños y adolescentes son en realidad desconocidas. Ante la ausencia de organismos internacionales que sometan a minucioso escrutinio las políticas represivas del Estado de Israel, y frente al marcado desinterés de los grandes monopolios noticiosos, la información sobre este tema es incompleta e imprecisa.
Un artículo aparecido en el portal www.palestinalibre.org indicó que solamente en la prisión de Ofer están encarcelados al menos 300 menores. Por su parte, el Centro Palestino para la Defensa de los Detenidos informó en 2010 que Israel mantenía cautivos a cerca de 340 niños palestinos, todos ellos privados de sus derechos básicos.
Según el diario francés L'Humanité, cada año, en promedio, 700 menores palestinos “son detenidos, interrogados y perseguidos por el sistema militar israelí”.
Sin presencia de abogados ni de sus padres, encarcelados sin cargos, o bajo la borrosa acusación de "lanzar piedras", los pequeños son interrogados por los servicios de inteligencia, sin que falten torturas físicas y psicológicas.
Por más que Israel figure entre los 191 firmantes de la Convención de los Derechos de la Infancia, vigente desde 1990, las políticas del Estado hebreo hablan de la continua violación de esa carta.
Las tumbas blancas
Amyad Farid Shaluf, de 8 años; Saleh Sa’id Obid As-Sufi, de 13; Mohammed Hassan Irmilat, de 16; Murad Mahmud Abu Safra, de 17; Issa Farayalah Eid Irqibat, de 17; Jalid Ismail Ad-Dbari, también de 17 años. A simple vista, nombres y números: un anonimato que persiste en tornar borroso el horror. En realidad, un puñado de niños y adolescentes de la localidad de Silwan, víctimas de arrestos o aun de asesinato, como en el caso de Ad-Dbari.
¿Será que frente a esta situación permanente, los niños y las niñas de Palestina podrán amar la vida cuando encuentren un camino hacia ella, entre mártires y flores de jazmín, como escribió Mahmud Darwish? ¿O tal vez serán borrados de sus pasaportes los pájaros perseguidos, los campos de trigo, las cárceles, las tumbas blancas y las fronteras, como también dejó asentado el poeta palestino décadas atrás".
Lo que se sabe y conoce, es que esos niños y niñas de un país al que no lo dejan ser, viven en una permanente crisis. Frente a ellos, Israel, sus tropas y el avance permanente sobre ese lugar difuso pero presente: la patria de un pueblo que hace más de sesenta años fue despojado de sus tierras.
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