ISRAEL ARBITRA LA VIDA Y LA MUERTE DE LOS PESCADORES DE GAZA
Allí donde pescar cuesta la vida, y no hacerlo también. Los pescadores siempre reciben los disparos con la incertidumbre de no saber si esta vez tienen intención de herir o matar. Además de jugar con su vida juegan con sus miedos.Gema Delgado, 21/06/2013.- El 90% de los pescadores en Gaza son pobres o muy pobres. Su suerte no depende ni del estado de la mar ni de la cantidad de pesca que pueda recoger, que es ínfima porque no les dejan alejarse de la costa. Cada mañana, al salir de casa, el pescador palestino se enfrenta al temor fundado de no regresar. Su destino y el de su familia están en manos de unos hombres armados que patrullan en las fragatas de la armada Israelí. Les esperan en la mar. Son los guardianes de esta cárcel a cielo abierto que es la Franja de Palestina, cercada por tierra mar y aire.
Cuando Amjad El-Shraf preguntó a los soldados por qué le habían disparado, la respuesta fue contundente: “No preguntes. Ya está hecho y esa fue la decisión que tomamos”.
A veces, para morir ni siquiera hace falta salir a la mar. Fahmi Saleh, del equipo nacional palestino de fútbol y nadador de la selección palestina, recogía las redes en la playa con su hermano, cuando los soldados de la infantería israelí le mataron el pasado 28 de septiembre. Su hermano quedó gravemente herido. Los israelíes utilizaron balas de expansión que rompen los tejidos, huesos y órganos cercanos al impacto.
La vida, en esta esquina olvidada del Mediterráneo, pende de un frágil hilo. La posibilidad de que ese hilo de vida se rompa depende de que ese día los soldados israelíes disparen o no. Si tiran al hilo, el palestino se desploma como lo haría una marioneta. Uno menos. A cuentagotas.
Todos los días disparan. La mayoría de las mañanas los israelíes lo hacen con el fin de intimidar, de recordarles a los gazatíes que puedan jugar con su vida como quieran. Los pescadores siempre reciben los disparos con la incertidumbre de no saber si esta vez tienen intención de herir o matar. Además de jugar con su vida juegan con sus miedos.
Tras los acuerdos del final de la guerra de 2012 los pescadores gazatíes podían faenar hasta una distancia de 6 millas, que volvió a recortarse en febrero de este año. Cuando el límite eran las 6 millas, a Amjad El-Shraf le dispararon en la cadera mientras pescaba a 5 millas. Los soldados le llevaron a Israel para que le operaran y al día siguiente le dejaron sólo en la frontera. Tuvo que arrastrarse por suelo, como puedo, para cruzar los 1.200 metros que le separaban de la frontera palestina.
Cuando a Mosad le dispararon en la rodilla, él, y sus cuatro hermanos, se tuvieron que desnudar. La fragata israelí retrocedió 500 metros y obligó a los pescadores a alcanzarles a nado. Desnudos como estaban, les registraron. Cuentan los afectados que siempre lo hacen así. Les pusieron una capucha negra y les esposaron. Les tuvieron en cubierta de pie durante 5 horas. Confiscaron el contenido del bote, los móviles y el dinero con el que uno de sus hermanos pensaba ir a la universidad. Fue hace sólo poco más de cuatro meses, el 17 de diciembre. Desde entonces Mosad no ha podido volver a salir a pescar. Su hijo ha dejado de ir al colegio.
Los ingresos medios de un pescador palestino son de 100 euros al mes. De ellos vive una gran familia. Pero si no se puede salir a faenar entonces no hay nada, y la dieta familiar se restringe a té y pan, con un mínimo de aceite, azúcar y leche de ayuda humanitaria. El 75% de la población palestina recibe algún tipo de ayuda humanitaria. Las consecuencias del estrangulamiento económico israelí, se proyectan a corto y largo plazo, y radialmente, como si tratara de una operación quirúrgica de alta precisión: se hiere o mata al pescador; se destruye o confisca el bote; se prohíbe o no pescar; se limita el área a una zona sin recursos o con mínimos recursos. El resultado conseguido: desnutrición, desmoralización, imposibilidad de comprar medicinas, ni material escolar o uniforme para ir a estudiar, ni siquiera casarse a los barones y formar familia, porque según la tradición palestina necesitan 10.000 dólares para la fiesta de boda. Pero empuja a los matrimonios de chicas cada vez más jóvenes con señores mayores con recursos. Casar a una hija es una boca menos que alimentar.
Y el juego psicológico. El día anterior al encuentro de Mundo Obrero con los pescadores, uno explica que recibió la orden de retroceder 5 metros. De no hacerlo abrirían fuego. Ese mismo día, otro compañero cuenta que tuvo peor suerte: la potencia de los cañones de agua que lanza la armada israelí para impedirles pescar, le dejó inconsciente durante una hora.
Mahel Mansour afirma que esa agua contiene material químico: “tiene como bolitas blancas y al cabo de 15 minutos, con el sol, sientes que tienes la cara llena de arañas”. Lo sabe bien porque lo ha recibido muchas veces cuando hace de escudo humano para proteger a los pescadores.
Decir que la pesca es el segundo recurso económico de la estrecha Franja de Gaza, da una buena idea de cómo es la economía de subsistencia de Gaza. De ella intentan vivir 3.900 pescadores, lo que significa que 70.000 personas dependen de lo que se pueda recoger en ese pequeño litoral que marca arbitrariamente Israel y que impide pescar a los palestinos en el 85% del área que les correspondería, según la ONU. Según los acuerdos de Oslo de 1993 su límite de pesca está en las 20 millas, pero Israel, lo ha recortado a 3 millas, una línea que dibuja con fragatas. A partir de ahí, los soldados de Netanyahu y del nobel de la Paz Shimon Peres, se consideran con el derecho a disparar, y lo hacen a diario. La realidad es más sádica.
A los palestinos se les niega el derecho a alimentarse de sus propios recursos. Cuando Israel no mata con bombas lo hace con la miseria. A 3 millas de la playa el fondo es arenoso. Hasta las 8 millas no hay apenas pesca, con lo que el 90% del pescado de Gaza llega de Egipto y de Israel.
Si hay algo que los pescadores temen más que el arresto es la destrucción o confiscación del barco. De un barco de pesca comen hasta 25 familias. Cuando la armada israelí confisca un barco lo lleva a Israel. Recuperarlo es posible pero inútil. Hay que pedir visado, ir a Israel, llevarles a juicio, contratar abogados y ganarlo. Un precio imposible al que hay que sumar el coste del alquiler del espacio durante los meses en que estuvo retenido y los gastos del transporte para devolverlo. Además lo han dañado. “Con lo que cuesta recuperar un barco confiscado se podrían comprar cinco” explica Zakarea Baker, pescador muy respetado entre todos los compañeros.
En el puerto de Gaza un monumento se alza en memoria a los 9 activistas turcos asesinados a sangre fría por los israelíes cuando viajaban a bordo del Mavi Marmara, el 31 de mayo de 2010. Otro activista quedó en coma. El buque que formaba parte de La Flotilla de la Paz, que llevaba 10.000 toneladas de ayuda humanitaria a la Franja de Gaza, estaba formada por seis barcos con 750 personas a bordo. El ataque, realizado en aguas internacionales, se está estudiando en el Tribunal Penal Internacional.
(continua)