Diario Información. Alicante, 11 septiembre de 2012, Santiago González Vallejo(*).- Rachel Corrie era una ciudadana estadounidense que decidió luchar por la paz y la justicia. Formó parte de las brigadas que defendían las viviendas palestinas que iban a ser destruidas por el ejército israelí en Gaza. Se interponían entre el ejército de ocupación israelí y las viviendas. Un militar israelí que conducía un bulldozer Carterpillar la aplastó y su asesinato engordó la cifra de las muertes impunes de la ocupación israelí.
Es ella, la ocupación israelí sobre tierra palestina la que radicalmente nos exige dar una respuesta, como personas, como ciudadanía. Es nuestra visión. No se puede admitir el derecho de conquista. Justamente, el derecho internacional, la justicia universal son las herramientas necesarias para una mejor convivencia. No se puede coexistir con el oprobio de la ocupación militar y la conquista. Con la razón de la fuerza. Menos aún, el premio o la consideración de "iguales" entre la Unión Europea e Israel, potencia ocupante, que están negociando una ampliación y mejora de los acuerdos de libre comercio, investigación,
Hay otra visión. Enfrentada en la práctica, a la primera. Es la de la los gobernantes de la Unión Europea, España, Estados Unidos, etc, que dicen apoyar un "proceso de paz" y miran a otro lado con las continuas expropiaciones y expulsiones de palestinos de sus hogares; sus retinas no les mandan mensajes a sus cerebros cuando ven el Muro invadiendo la tierra palestina o el bloqueo de Gaza, sin contar su amnesia ante los presos palestinos o las leyes racistas que informan la legislación israelí. Dicen confiar (tras más de 60 años de fracaso que debería desvelar su autoengaño) que las relaciones comerciales y de fomento de una sociedad israelí inclinase su comportamiento hacia valores democráticos, acordes al respeto al derecho internacional.
Pero la sociedad israelí mayoritariamente comulga con el supremacismo -el racismo que impregna las leyes israelíes son contrarios a la democracia-, y el fomento del comercio o acuerdos colaterales ha servido, ante la falta de compromiso con una paz justa, en una "normalización" de un Estado ocupante. Que tenga que ser la antirracista y lejana Sudáfrica la que exija realmente que los productos de las colonias no puedan ser vendidos como si fueran israelíes, señala la dejadez, la colusión con la normalización de la ocupación y sus consecuencias de las autoridades europeas con este interlocutor supremacista israelí, sean del likud, kadima, laboristas u otros que no conocen el derecho del "otro". Cuestión del boicot a los productos de las colonias sionistas en Cisjordania que ha sido respaldada recientemente y por primera vez por la Internacional Socialista. Repetimos, mientras sucede y agrava la ocupación israelí, las autoridades europeas negocian la ampliación -y no sanciones- de las relaciones con el estado ocupante.
Y si miramos la situación de Gaza, bloqueada por Israel desde hace años, vemos la inoperancia y complicidad de los gobiernos europeos. La población de Gaza es mayoritariamente refugiada. Refugiada desde hace más de 60 años y que no pueden volver a sus hogares, incumpliendo las resoluciones internacionales. Sus pescadores apenas pueden abandonar la bocana del puerto. El aeropuerto, financiado por España, durante el Gobierno de Aznar, destruido, sin que las autoridades españolas hayan ejercido una reclamación por daños. Su red de agua potable y saneamiento por los suelos, tras los bombardeos y la imposibilidad de contar con todos los materiales de reconstrucción necesarios. Sus habitantes no pueden visitar o recibir a sus familiares y amigos. Sus productos no tienen libre tránsito. El cancerbero israelí dicta qué pueden o no comprar, colonizando hasta la ayuda internacional.
Todo esto y más, es reconocido y cuenta con los pertinentes informes de las agencias internacionales. La relación de informes que dan cuenta de las consecuencias de la ocupación y cómo el actual mapa palestino tiene una semejanza con los bantustanes de la pretérita Sudáfrica del apartheid formaría parte de la biblioteca de la infamia. Todos los gobiernos conocen la situación y la responsabilidad de cada cual y qué podrían hacer para invertir la situación. Y no lo hacen.
De ahí que la ciudadanía ya está cansada de cinismo e hipocresia, colusión y complicidad real con la ocupación. La ciudadanía con sus misiones de Flotillas y otras campañas intentan forzar la coherencia entre el discurso de "búsqueda de la paz justa" de nuestras autoridades y su práctica real, que desmiente el discurso y normaliza la ocupación.
El barco Estelle, la asesinada Rachel Corrie señalan la responsabilidad de las autoridades europeas y estadounidenses que tienen que estar al lado de la justicia y el derecho internacional y no ser cómplices de la ocupación, que no debe ser premiada, ni aceptar la coexistencia con la potencia ocupante. Por eso la travesía del Estelle busca invertir la política hipócrita de comunicados equidistantes de los gobiernos y les insta a la defensa de la legalidad enfrentándose al ocupante israelí. Este es el reto. Hay hoy un Estelle, como en su día hubo el Mavi Marmara, o nuevas campañas como la que se está extendiendo en la propia sociedad civil palestina de Boicot, Sanciones y Desinversiones (BDS), con una Conferencia en Barcelona (19-21 de octubre) y un Foro Social Mundial en Porto Alegre (Brasil), desde el 28 de noviembre al 1 de diciembre, que amplíe e identifique acciones concretas, pues tienen el mismo propósito de luchar contra el régimen ocupante israelí.
La marcha de Estelle, desde Escandinavia, ahora en Santa Pola, Alicante y Barcelona, y después otros puertos, señala la determinación de la sociedad civil por la defensa del derecho internacional. Son los gobiernos los que están impelidos a ponerse al lado suyo y ejercer las presiones necesarias para impedir posibles agresiones y rechazar cualquier vulneración a la legalidad internacional por parte de la potencia ocupante israelí, que no eludan sus obligaciones de luchar a favor de la paz con justicia, propiciar un Estado palestino y rechazar con hechos la política israelí de ocupación y crimen continuado, ejerciendo las sanciones previstas en los acuerdos bilaterales y europeos. El éxito de la Flotilla de la libertad será un éxito de todos y todas que creemos en una paz justa, sin ocupación de Palestina.
(*) Firma esta opinión también Manuel Espinar