Elena Horrillo, 17/9/2012.- El ejército israelí, que ocupaba el país desde verano, rodeó los campos de Sabra y Chatila permitiendo la entrada, al día siguiente, a los falangistas cristianos. Estos permanecieron allí casi dos días.
Hace 30 años en esta semana de septiembre se celebraba en Israel el Rosh Hashaná, el día del juicio judío en el que se llama a la introspección, el balance de los actos y el arrepentimiento. Hace 30 años, el 16 de septiembre de 1982, tropas falangistas libanesas, con la connivencia del ejército israelí, entraron en los campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, en Beirut Oeste, con el objetivo oficial de encontrar y desarmar a posibles guerrilleros de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) que, según ellos, se escondían allí. Sin embargo, se dedicaron durante más de 40 horas a ejecutar, violar y torturar a los palestinos civiles que poblaban el campo causando una cifra de muertos que, a día de hoy, sigue sin determinarse y que oscila entre los 700 que reconoce el Tzáhal (ejército judío), los 1.000 que cita la Cruz Roja y los 3500 que cuenta la OLP.
Dos días antes, el 14 de septiembre de 1982, el recién elegido presidente del Líbano, el cristianoBashir Gemayel,había sido asesinado junto con otras 40 personas en un atentado atribuido a terroristas palestinos. El 15 de septiembre el ejército israelí, que ocupaba el país desde verano, rodeó los dos campos permitiendo la entrada, al día siguiente, a los falangistas cristianos. Estos permanecieron en Sabra y Chatila casi dos días.
Precisamente dos días más tarde, el 18 de septiembre, los corresponsales extranjeros entraron en los campamentos y quedaron sorprendidos por el silencio. Y por el olor. Robert Fisk, el corresponsal del periódico 'The Independent', escribiría más tarde: "Nos lo dijeron las moscas. Grandes como moscardones, nos cubrían, inconscientes al principio de la diferencia entre los vivos y los muertos". Unos metros más allá les esperaban cientos de cadáveres pudriéndose bajo el sol beirutí. Estaban ante la mayor matanza de la historia del Líbano. Una masacre que la Asamblea General de la ONU calificó de genocidio sin ningún voto en contra.
Esta masacre conmocionó a la opinión pública. Por todo el mundo se produjeron protestas, siendo especialmente significativa la de Tel Aviv, que aún hoy es una de las manifestaciones más grande en la historia de Israel. Se originó una crisis política en la que, desde loslobbysjudíos estadounidenses hasta la sociedad civil del país hebreo, se pedía la dimisión inmediata del primer ministro Menahem Begin y su ministro de defensa, Ariel Sharon. Tanto Begin y Sharon, así como el jefe del Estado Mayor, Rafael Eytan, fueron señalados, por la comisión Kahan creada para investigar lo ocurrido, como responsables indirectos del exterminio. El falangista libanés, Elie Hobeika, considerado responsable material de lo ocurrido en los campos nunca fue juzgado ni acusado y llegó a ocupar un ministerio. Ariel Sharon, tras ser cesado, volvió a la política hasta ser elegido primer ministro israelí en 2001.
Hace 30 años, en la semana del Rosh Hashaná, el ejército judío guardó silencio ante el genocidio palestino perpetrado por falangistas cristianos. Ayer, 16 de septiembre, el Papa concluía su visita de tres días al Líbano. Tuvo palabras para Siria, para una unión entre musulmanes y cristianos en contra de la violencia pero ninguna para Sabra y Chatila. 30 años después aún sorprende el silencio.
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