miércoles, 17 de abril de 2013

Tranquilidad mirando al muro

14/4/3013, Por Ilana Hammerman.- Respondo al artículo “En defensa de mi visita a Jerusalén” publicado en Haaretz el cinco de abril por el escritor español Antonio Muñoz Molina galardonado con el Premio Jerusalén este año.

Criticado por haber aceptado el premio literario, el señor Molina escribe en su artículo: “¿En qué otro país tiene uno que explicar, como si se estuviera disculpando, que la mayoría de israelíes son personas decentes, cultas, que apoyan un estado laico… que se oponen a la mezcla peligrosa de un doble atrincheramiento que viene tanto del nacionalismo como religión?” Su respuesta a aquellas personas que están persuadidas que no es una mayoría de israelíes que piensan como él argumenta, que en realidad son una decreciente minoría, el señor Molina tiene un irrebatible argumento: “ habría entonces más motivos para que me alineara junto a ellos”.


¡Ya me gustaría que el señor Molina estuviera de nuestra parte! Perteneciendo yo a una minoría y siendo la editora que le ha elegido y la que le ha editado la mayoría de sus libros que han sido traducidos en hebreo, le digo que nos ha dado la espalda, nos ha abandonado a nosotros y a la realidad en sí. Les explico cómo lo ha hecho: un día él estaba sentado en la terraza del bar Mishkenot Sha’ananim, viendo el muro de la separación justo delante suya e imaginó –escribió después- que estaba en Granada con vistas a la Alambra desde diferentes perspectivas y sintió una “paz profunda”…

Pero tan solo a unos pocos kilómetros desde su hermosa terraza (ya sea mirando hacia el sur, norte o este), la gente vive en guetos de muros y rejas. En Abu Dis, A-Ram y Kalandia, el muro ha dividido a miles de personas de la ciudad que, desde hacía décadas, había sido el centro de su trabajo y vida tanto religiosa, médica como educativa. En Ras al-Amud, el corazón de los callejones árabes abarrotados, los judíos solo fortificaron viviendas levantadas por la fuerza de las armas. Un asfixiado anillo de tierra expropiada y demoliciones está alcanzando a los residentes de A-Tor y Issawiya.

Bien, el autor debería saber que aquí también existen aquellos que creen que un municipio en donde están ocurriendo tales cosas dentro de su jurisdicción, no tiene el derecho a conceder un “Premio a la Libertad del Individuo en la Sociedad”, denominación del premio recibido por el autor. Quien sea que lo reciba- de las manos de los dirigentes de esa institución, en realidad, no se está alineando a favor nuestro- ya que ellos y nosotros no pertenecemos al mismo bando.

Ilana Hammerman, Jerusalén

Enlace: http://www.haaretz.co.il/opinions/letters/1.1991741