Los gobiernos del mundo, especialmente en Occidente, están llamando a esto un “ciclo de violencia” del que ambas partes tienen la culpa, ignorando la causa fundamental de este conflicto colonial, así como su propia complicidad en permitirle a Israel mantenerlo y violar el derecho internacional con total impunidad. Casi toda la población palestina hoy está llamando a un boicot total y a aislar internacionalmente a Israel, en todos los campos, igual que se hizo con el apartheid sudafricano.
En esta última ronda, Israel ha avivado las llamas de la resistencia popular palestina intensificando sus ataques contra el complejo de la mezquita de Al-Aqsa (el Noble Santuario), ubicado en el corazón de la Ciudad Vieja de Jerusalén, ocupada por Israel. Grupos de colonos judíos fundamentalistas y fanáticos, respaldados por el gobierno israelí, han profanado reiteradamente la Explanada de las Mezquitas, a menudo insultando verbalmente a los fieles con un vil racismo y llamando abiertamente a la destrucción de la mezquita. Esto ha provocado la ira y la protesta generalizadas en Jerusalén y entre la población palestina en todas partes de la Palestina histórica.
Generalmente la respuesta del ejército israelí ha sido proteger a los colonos criminales y castigar a las víctimas palestinas, negando en última instancia a casi todos los palestinos y palestinas el acceso a su sitio sagrado.
Estas amenazas son tomadas en serio por la población palestina, que sufre a diario las consecuencias de la política oficial israelí de “judaización” de la ciudad, una política de colonización gradual de la tierra y de sustitución de la población nativa palestina, cristiana y musulmana, por colonos judíos ilegales. Esta política, que constituye limpieza étnica y crimen de guerra según el derecho internacional, se implementa a través de la incesante confiscación de tierras, la expansión del muro colonial, las demoliciones de casas, la apropiación de viviendas palestinas por parte de los colonos, los asesinatos extrajudiciales, las detenciones y expulsiones; todo ello apoyado por el sistema de “justicia” israelí, aliado incondicional en el crimen.
Este último ataque israelí contra la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén Oriental ocupada, por otra parte, no es un incidente aislado. Cientos de iglesias y mezquitas históricas han sido destruidas desde 1948 por las milicias sionistas y más tarde por el Estado de Israel. El verano pasado, durante la masacre en Gaza, Israel bombardeó y destruyó 73 mezquitas. Muchas iglesias y mezquitas palestinas han sido dañadas o profanadas este año por extremistas judíos en los llamados “ataques con etiqueta de precio”, incluyendo la Iglesia de la Multiplicación de los Panes y los Peces, junto al lago Tiberíades, que fue incendiada en junio pasado.
Estos ataques racistas y criminales contra la libertad religiosa del pueblo palestino son una expresión del viraje masivo de la sociedad israelí hacia la extrema derecha, de la prevalencia de un racismo colonial manifiesto, sin precedentes y profundamente asentado, y del odio racial contra el pueblo indígena palestino.
A prácticamente todos los palestinos y palestinas de Cisjordania y Gaza se les niega el acceso a Jerusalén, que está encerrada por muros, torres de vigilancia y alambrados de púas, y diariamente están a merced de ataques y humillaciones.
Durante los períodos considerados “de calma“, Israel refuerza su cerco medieval a Gaza, lleva a cabo incursiones en las ciudades palestinas, confisca sus tierras –incluso en el Naqab (Negev)-, destruye sus propiedades y construye colonias ilegales sólo para población judía. En el continuo intento de afianzar su sistema de apartheid y dominación colonial, Israel niega a la población palestina todo el espectro de derechos básicos, desde el derecho de las niñas y niños a la educación hasta el acceso de las madres a la atención médica, o a los agricultores la posibilidad de acceder a su tierra, o el derecho de los miembros de una familia a vivir bajo el mismo techo. Y todo esto se hace con la bendición de los tribunales.
En vista de la apatía o la complicidad directa de los gobiernos del mundo y de la ONU, y de la impunidad de Israel para perpetuar este sistema de injusticia contra nuestro pueblo, tanto en la Palestina histórica como en el exilio, el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) ha hecho grandes avances para reposicionar a Israel en el escenario mundial como un estado paria.
A través del boicot a las instituciones que son cómplices de las violaciones de Israel al derecho internacional, mediante la desinversión de las empresas que apoyan la opresión israelí, y a través del llamamiento a aplicar sanciones fundamentadas en los principios, el movimiento BDS ha aumentado el aislamiento de Israel y ha comenzado a imponerle costos a su régimen de ocupación, colonización y apartheid.
El Banco Mundial ha revelado que las importaciones palestinas procedentes de Israel están cayendo de manera significativa. Empresarios israelíes están informando que los inversores europeos ya no quieren invertir en Israel, en tanto que un estudio de la ONU confirma que la inversión extranjera directa en Israel se redujo en un 46% en 2014, en comparación con 2013. Un estudio de la Corporación Rand predice que el BDS puede costarle a Israel entre el 1 y el 2% de su PIB anual durante los próximos 10 años; y más recientemente, la agencia de calificación crediticia Moody’s ha informado que el BDS es una amenaza potencial para la economía israelí.
Aún queda mucho por hacer, sin embargo, para obligar a Israel a rendir cuentas y romper su impunidad, que aún es fuerte. Los gobiernos cómplices deben ser denunciados. Las empresas que están facilitando y beneficiándose de las violaciones de derechos humanos por parte de Israel deben pagar un precio -en reputación y en ganancias. La maquinaria militar de Israel, incluyendo su rama de investigación, debe ser objeto de un amplio embargo militar internacional; y todos los gobernantes, oficiales y soldados israelíes que estén involucrados en la comisión de los crímenes presentes y pasados deben ser procesados por la Corte Penal Internacional, así como por tribunales nacionales que respeten la jurisdicción universal.
Israel no sólo oprime al pueblo palestino: está exportando al mundo su despiadado modelo de seguridad y represión. Israel está profundamente involucrado en entrenar y armar a escuadrones de la muerte en América Latina (a menudo como agente de Estados Unidos), en vender armas y experticia militar a las dictaduras de Asia y África (a menudo a los dos bandos de una guerra civil) y en la militarización de las fuerzas policiales de Ferguson, Los Ángeles, Londres y de ciudades de todo el mundo. Israel hoy en día juega un papel clave en la represión doméstica contra los movimientos de justicia racial, social, económica y ambiental de todo el mundo.
El Comité Nacional Palestino de BDS (BNC), que lidera el movimiento global de BDS, hace un llamamiento a las personas de conciencia de todo el mundo para que apoyen al pueblo palestino en su búsqueda de la libertad en este momento crucial, intensificando las actividades de BDS contra el régimen de opresión israelí. En particular, y en relación con la actual revuelta masiva en las calles de Palestina, hacemos un llamado a quienes apoyan la lucha palestina para:
- crear conciencia sobre los derechos palestinos consagrados en el derecho internacional, y a apoyar el BDS mediante la difusión en los medios de comunicación, incluidas las redes sociales;
- presionar a los parlamentos para imponer un embargo militar sobre Israel;
- hacer campaña contra las compañías militares israelíes, como Elbit Systems;
- apoyar las campañas de boicot y desinversión contra empresas cómplices, como G4S y HP, que están más abiertamente involucradas en la infraestructura de opresión israelí;
- aprobar resoluciones de BDS efectivas y estratégicas, no sólo simbólicas, en sindicatos, asociaciones académicas, gobiernos estudiantiles y movimientos sociales, que puedan conducir a tomar medidas concretas, y a intensificar el boicot cultural a Israel;
- considerar la posibilidad de emprender acciones legales contra los criminales israelíes (soldados, colonos, funcionarios y gobernantes) y contra los ejecutivos de las corporaciones que están implicadas en los crímenes israelíes y en sus violaciones del derecho internacional.
Al igual que la generación de sus progenitores, miles de jóvenes palestinos(as) en Jerusalén, Gaza, Ramala, Hebrón, Belén, Yaffa, Nazaret y otros lugares han salido a las calles para protestar masivamente contra la ocupación y el apartheid de Israel; y sobre todo, se están sacudiendo la desesperación y liberando sus mentes del mito de la opresión como destino. También están alimentando la aspiración de todo el pueblo palestino a la libre determinación y a vivir en libertad, dignidad y en una paz justa.
Ya es hora de aislar al régimen de militarización, securitización y racismo de Israel, que representa un peligro no sólo para el pueblo palestino y los países árabes, sino para la humanidad entera.
Comité Nacional Palestino de BDS
Publicado el 10/10/15 en la web oficial del movimiento mundial de BDS.